viernes, 19 de agosto de 2011

El Rey Transparente

Una de las cosas que más me gusta del verano es el tiempo que me proporciona para leer, y ponerme al día con las lecturas atrasadas. De hecho, suelo asociar algunos viajes o momentos con determinados libros, o al revés. Son momentos de verdadero placer, sobre todo, si el libro me apasiona.

Acabo de terminar este libro de Rosa Montero, que me recomendaron hace tiempo, y que puede servir perfectamente para acercar la Edad Media a los adolescentes (buenos lectores, o a partir de Bachillerato, eso sí).

Es Leola, una joven campesina que se convierte en caballero para salvar su vida, quien nos lo cuenta. "Soy mujer y escribo. Soy plebeya y sé leer. Nací sierva y soy libre" Así empieza la historia; es difícil que el lector suelte la novela hasta que desvele estas dos incógnitas, y las que se plantean a continuación, en la primera página. También desde el principio, está presente la idea que se repite varias veces a lo largo de la novela: la defensa del uso de la palabra frente a la violencia para defender las propias ideas. "Es mi mayor victoria, mi conquista, el don del que me siento más orgullosa; y aunque las palabras están siendo devoradas por el gran silencio, hoy consituyen mi única arma".

A lo largo de sus seiscientas páginas, nos adentramos en una época histórica mil años alejada de la nuestra, y conocemos cómo se organizaba la sociedad, cómo vivían los distintos estamentos, cómo era la vida en las incipientes ciudades, en los palacios, en los castillos, en las posadas, en las guerras... tanto de poderes civiles como religiosos, que, desafortunadamente, acaban siendo uno mismo; cómo nace la Inquisición; cómo se forjaban un caballero o una dama; además de ilustrarnos sobre personajes históricos tan apasionantes como la reina Leonor, o hacernos soñar con la isla legendaria de Avalon.

El papel de la mujer es muy importante en el libro. No es casual que Rosa Montero elija el siglo XII, época en que la mujer adquirió un gran protagonismo. Aun así, no sé si es suficiente para convencernos de la verosimilitud del personaje. Claro que si Leola no se hubiese convertido en caballero, difícilmente habría podido ser testigo de los sucesos que nos narra, ya que si algo queda claro en la novela es que la vida en aquel entonces no tenía ningún valor, pero mucho menos si se trataba de la de una mujer, y, además, sierva.


Para mi gusto, la autora ha querido recopilar demasiados acontecimientos, costumbres, personajes, leyendas... que hacen cuestionar de nuevo la verosimilitud. Aunque también se ahonda en los sentimientos de los personajes, y estos adquieren cierta complejidad (describe muy bien, por ejemplo, la lucha que se establece entre las dos facetas de Leola: la de mujer y la de caballero), yo echo de menos que profundice algo más en algunos aspectos. Por ejemplo, en la relación entre la propia Leola y Nyneve, la mujer que se convierte en protectora de la chica, y que la acompaña en sus aventuras. Poco sabemos en realidad de este misterioso personaje, que es la instructora, la maestra, la consejera de Leola, además de un testigo privilegiado de toda la época, y conciencia de la misma.

De lo que no cabe duda es de que la novela consigue transportarnos a las convulsiones de la época, y hasta a sus olores, a sus sabores, sus tactos, o al dolor de las heridas, tanto las del cuerpo como las del alma. Logra asimismo atraparnos en la tensión de los momentos más dramáticos de la trama; sentimos cómo la vida  y la felicidad penden de un hilo muy frágil, que se puede romper violentamente en cualquier momento.

Resulta un balcón privilegiado para asomarnos a una etapa trascendental de la Historia, y al corazón del ser humano, cuya naturaleza es universal. Podríamos haber aprendido de los errores del pasado, pero parece que, por desgracia, esto se cumple en pocas ocasiones.

1 comentario:

Severina dijo...

Pues me has animado a leerlo, Blanca. En cuanto vuelva a la civilización pasaré por la librería y, en guante lo lea, te daré mi opinión. Muchas gracias por la reseña.